Resumen
En un día lluvioso un niño persigue su barquito de papel por una zanja. La imagen terrorífica, que muchos no olvidan, es la del payaso come niños que se asoma por la alcantarilla. Esa es la escena en la que nació el miedo de muchos que estaban chiquitos en la generación de los 90.
La primera aparición del payaso Pennywise en la pantalla fue en la miniserie It (Eso), hecha en 1990 y retransmitida esa década en la televisión latinoamericana como La cosa, en Colombia por Canal A.
En 2017 apareció la película con el mismo nombre, que costó US$ 35 millones y recaudó US $700 millones, convirtiéndose en la más taquillera del género en Colombia y el mundo, y una de las más rentables.
Tanto los filmes como la miniserie vienen del bestseller de Stephen King del mismo nombre, que supera las 1.000 páginas. Hoy llega a las salas una secuela que espera repetir el éxito de la miniserie de hace 30 años y del primer largometraje de hace dos.
El fenómeno
El crítico de cine Andrés Rodelo dice que el éxito se debe en parte a su personaje. La cinta explota lo que se llama coulrofobia o miedo irracional a los payasos y mimos.
El payaso, señala, no es símbolo de miedo como el zombi, el fantasma, el monstruo, presentes en el género de terror. “Antes tiene como fin divertir, procurar un rato agradable. Por eso resulta particular que el horror lo utilice desde un tiempo hacia acá como todo lo contrario”.
Recuerda que la escena de la alcantarilla traumatizó a muchos de su generación. “La gente tiene tendencia a creer que la mejor versión es la de los 90 por eso mismo, porque de allá viene el trauma”.
El profesor de cine de la Universidad Externado, Enrique Uribe-Jongbloed, siente que el éxito de la producción de 2017 viene por la miniserie, y también por el buen momento del cine de terror.
“En los 50 y 60 hubo un clímax. Ahora It es un éxito en dos niveles, como producto de terror y a nivel de remake (reedición)”, explica el investigador especializado en el campo de industrias culturales, identidad y consumos.
La historia de It regresa, como si el payaso resucitara, a explotar los miedos de la infancia y adultez del espectador en sus aterradoras frases.
—Flotan –gruñe La cosa–, flotan, Georgie. Y cuando estés aquí abajo, conmigo, tú también flotarás.
